La Epifanía de Los Reyes Magos

Por Hugo Reyna Goicochea
En nuestro país persiste una variada gama de festividades, en muchos de los casos ligadas a las expresiones culturales ancestrales de nuestros pueblos, así como a la fe religiosa del catolicismo, impuesta por los conquistadores españoles. El Perú, es un país diverso, multicultural, en el cual el mestizaje predomina en el conjunto de las manifestaciones culturales de la sociedad.
CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA
No podemos dejar de recocer que los efectos nocivos de la pandemia del Coronavirus, específicamente la afectación de la salud y la alta mortalidad de importantes sectores poblacionales y las crisis económicas, en la mayoría de países del mundo, ha trastocado también las festividades religiosas tradicionales de los pueblos, limitándolas en sus manifestaciones tradicionales.
FIESTA DE LA EPIFANÍA Y DÍA DE LOS REYES MAGOS
En tiempo de Navidad, una de las principales conmemoraciones festivas religiosas tradicionales, colaterales a esta, lo es “La Epifanía”, una de las revelaciones del Niño Dios al mundo y el día de los “Reyes Magos” en la que se recuerda la adoración de estos míticos personajes, que representan a todos los pueblos del mundo: Melchor, Gaspar y Baltazar, quienes, guiados, desde lo alto del cielo, por una brillante estrella, peregrinaron hacia Belén de Judá, donde encontraron al “Recién Nacido – Dios hecho Hombre”, acostadito en un pesebre, flanqueado por una mula y un buey, quienes con su suave aliento daban calor al “Mesías, Divino Infante”, en un encandilado y acogedor ambiente, en el cual la contemplación extasiaban a sus padres: San José y la Virgen María.
El encuentro con Jesús aparece relatado en el Evangelio según San Mateo: “Al ver la estrella, los sabios se llenaron de alegría. Luego entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre. Y arrodillándose, lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra.” (Mt 2:10-11)
La Epifanía de los Reyes Magos, en algunas naciones, se celebra el domingo más próximo al día seis de enero de cada año, y, en una gran mayoría, en la misma fecha, siendo parte de las celebraciones litúrgicas de las fiestas Navideñas. Sus manifestaciones o expresiones son variadas. En varios lugares es tradicional la entrega de regalos, especialmente juguetes para los niños y niñas; así como de la preparación de dulces y platillos especiales para las cenas respectivas, con lo cual prácticamente se pone punto final al contexto navideño.
LA FESTIVIDAD DE LOS REYES MAGOS EN CAJAMARCA
En nuestra sociedad, como no podía ser de otra manera, esta festividad, se la adoptó desde la venida de los españoles, quienes nos trajeron la religión Católica. Aspecto importante de la evangelización fue imbuir en la población nativa las celebraciones más importantes del calendario litúrgico. Como era de esperarse, en la esta dinámica, la interculturalidad ha sido latente, las manifestaciones religiosas y culturales europeas, se fundieron en el crisol del mestizaje, dando paso a una mezcla de simbiosis costumbristas con elementos propios culturales de los pueblos nativos, en torno a la Navidad y la confección de los Nacimientos o Belenes, en los que la víspera del 6 de enero, se colocaban y se lo hace en la actualidad, las figuras, pequeñas o medianas de los 3 Reyes magos, en fervorosa adoración al “Mesías Redentor”.
EL MARCO DE LOS PREPARATIVOS
Como ya lo hemos narrado, en ocasiones anteriores, en las semanas previas a la Navidad, inclusive desde finales de noviembre, en muchas casas de nuestros barrios cajamarquinos, en los que se organizaban y montaban grandes Nacimientos, se daban inicio a los preparativos para festejar el nacimiento del Niño Dios.
Previamente los dueños de casa, o por así decirlo, los anfitriones del Nacimiento, coordinaban con los vecinos, especialmente con las madres de familia, para la conformación de los grupos de pallitas y pastorcitos, ensayando por las tardes y las noches los tan peculiares cantos y las “Relaciones” -ligeras composiciones de cuartetos con rima- acompañados musicalmente con el resonar de una caja cajamarquina y las infaltables sonajas hechas de chapas de gaseosas o maichiles -semillas sonoras- para recitar en el homenaje al Niño en la Noche Buena, así como el 5 de enero en la víspera de la festividad de los Reyes Magos.
A la vez de los ensayos, en la sala principal u otro lugar apropiado de las casas, iban montándose los Nacimientos o Belenes, con ingeniosa creatividad. Escarpadas colinas y cerros, confeccionados de papel de bolsas, generalmente de azúcar rubia, pintadas creativamente con anilinas de colores vivos y artísticos motivos de casitas, sinuosos caminitos hechos con aserrín, lagos y riachuelos; minúsculas aldeas rurales; con presencia de diversos animalitos como ovejas, carneros y aves, huertos y corralitos y cuanta idea decorativa se diseñaba y se lo hace hasta la actualidad, para darle un toque de espectacularidad al motivo central del Nacimiento: Un pesebre, un establo, o una singular cueva o covacha en la que se ubican las efigies de San José y la Virgen María en actitud contemplativa a la cunita donde yace el hermoso Niño Jesús, recién nacido; replicando a nuestro estilo, los primeros motivos traídos por los españoles.
LA ESPECIAL SELECCIÓN DE LOS REYES MAGOS
Demás está decir, que importante actividad previa, era la selección de los niños o adolescentes que harían de reyes magos. Para ello, eran seleccionados, de entre varios postulantes, aquellos que asemejaban más la fisonomía de los personajes por la peculiaridad de sus rasgos físicos que la tradición ha establecido: Melchor, para representar a un anciano blanco con barba que ofrece el oro, representante del continente europeo; Gaspar, con rasgos un tanto achinado que ofrecerá el incienso, representante del continente asiático; y el moreno Baltazar que llevará la mirra, representando al continente asiático.
Estos tres personajes eran preparados y vestidos con vistosos atuendo a la usanza de los grandes reyes del Viejo Mundo, participando de las misas, en la noche del 5 de enero o simplemente acompañando los recorridos a la Sagrada Familia, los grupos de pallas y pastorcitos, al compás de los peculiares villancicos, de singulares tonadas andinas. En algunos casos, los Reyes Magos, se desplazaban a caballo, pero generalmente lo hacía a pie.
Concurridos los recorridos, los grupos pastoriles, conjuntamente con los familiares y acompañantes se concentraban en casa de los anfitriones, donde luego del homenaje al Mesías, y la entrega de los regalos de los Reyes Magos, se procedía a degustar de una deliciosa cena, con tamalitos serranos, leche con chocolates, café, queso, biscochos y rosquitas, así como también de riquísimos sándwiches de mechado de chancho que los participantes daban cuenta con inusitada rapidez, en porfía de repetición.
Algunos años atrás, miembros de nuestras Fuerzas Policiales, representaban a los tres Reyes Magos, con coloridos y espectaculares trajes reales, en recorrido, por las calles de la ciudad, en briosos caballos, visitando las iglesias y lugares de concentración de público, brindando un especial espectáculo de un ambiente navideño, el cual, por la pandemia, en las actuales circunstancias, no lo hemos podido gozar a plenitud.
UNA FESTIVIDAD PARA PRESERVAR
Así en un gran ambiente familiar y vecinal, se ha venido celebrando esta importante fiesta tradicional de los Reyes Magos en nuestra ciudad y en provincias y distritos, con ciertas particularidades propias de los pueblos, no obstante, mostrando una fervorosa fe en nuestro “Niño Manuelito”, la Virgen y San José.
Días después, como quien no quiere que terminen las celebraciones, especialmente los fines de semana, se daba paso a lo que se conoce como “Bajada de Reyes”, epílogo del ambiente navideño; esto es, el desmontaje de los nacimientos, guardando con especial empeño los delicados misterios, adornos y demás enseres; así como la celosa custodia del cuaderno de “ofrecimientos”, para la próxima Navidad, de quienes participaron como fervorosos fieles celebrantes en una festividad tradicional que es necesario preservar. El compromiso es nuestro, ante una latente influencia externa que cada día amenaza, con imponer costumbres y prácticas, ajenas a nuestra identidad cultural.